Este texto es el resultado de un ejercicio de 20 minutos en un taller de literatura.
Hambre
Puta madre.
Ya son 2 días, 14 horas, 32 minutos y 18 segundos.
Solo escucho un gruñido que me recuerda a los sonidos que hace mi sobrina al imitar un dinosaurio.
El ruido se detiene por unos segundos para ser interrumpido por un dolor que inicia en lo mas profundo de mi alma.
Así se siente por lo menos.
¿Cuánto ha pasado?
La luz intensa del foco me esta cegando. Se siente el calor extraño como una aguja que penetra lentamente la retina. No tengo ni un pelo de espacio a donde moverme y evitar la maldita cosa esa.
Si volteo a un lado veo sombras que solo hacen chispa en la imaginación y comienzo a pensar en todo lo que debería estar aquí, pero no esta, no ha llegado, no llegará.
Aqui sigo.
Creo.
¿Dónde se supone que estoy?
¿Cuándo dijeron que va a llegar?
Llevo esperando más de 2 días, 14 horas, 34 minutos y 22 segundos.
No entiendo por qué lo cuestiono. Yo sé que no va a venir. Si no lo tuve antes no hay razón para tenerlo ahora.
Lo merezco. Soy el único aquí que debería de tener un poco. Solo se necesita un poco según recuerdo.
Porque los recuerdos es lo que me mantiene aquí. Aunque quiero irme.
¿A dónde puedo irme?
Si aquí esta lo que necesito aunque no ha llegado. Pero se supone que va a llegar.
Si quiero que llegue. Ya es tarde. Mañana seria mejor.
Entonces serian 3 días, 14 horas, 36 minutos y segundos contando.
Para que seguir contando si han pasado 4 días, 7 horas y ya me perdí los minutos y segundos.
Puta madre.
Ya apaguen esa luz.